lunes, mayo 30, 2005

Las causas del racismo

Foro de Discusión
la jornada
30/05/2005



Las causas del racismo en el ser humano son un asunto complejo en el sentido de que no pueden ser analizadas de manera lineal o aislada. No existe la causa única que nos dé la respuesta a todas nuestras interrogantes.

El ser humano es producto de una evolución que le ha permitido adaptarse al medio y desarrollar capacidades superiores sin perder su condición animal. Una parte importante del encéfalo mantiene vivas en nosotros las respuestas primitivas y automáticas del instinto de supervivencia del tipo “ataca o huye” (si no te lo vas a comer, entonces córrele porque te va a comer). La defensa de la pareja, de la familia, de la manada y el miedo a los diferentes son reflejos naturales que están inscritos en nuestro código genético y en nuestro origen animal. Si un perro entra en el territorio de otro, va a ser atacado sin importar su tamaño, raza o condición.

No siempre es válido tomar como ejemplo el mundo animal para explicar o cuestionar las conductas humanas. La naturaleza, en sus distintos procesos de evolución, ha derivado en tal cantidad de seres diferentes que siempre vamos a encontrar un buen ejemplo que apoye nuestras teorías, y nuestro oponente va a encontrar los ejemplos contrarios con la misma facilidad. La evolución no es un proceso simple ni llega siempre a un mismo resultado. No es, ni tiene que ser, congruente con hipótesis alguna, sino con un sólo principio rector: la supervivencia del que mejor se adapte a su medio. Si eso contradice alguna de nuestras teorías sociales, es algo que a los animales les tiene sin cuidado. Cada especie desarrolla sus propias condiciones sociales de conducta y convivencia. Así, encontraremos grupos monógamos o promiscuos; pacíficos o agresivos; patriarcales o matriarcales; animales que protegen celosamente a sus crías y animales que las abandonan o, incluso, las matan; especies que cortejan a su pareja y otras que la violan (o que se la comen durante la cópula).

El ser humano, como una especie natural más, ha creado sus propios mecanismos sociales de convivencia y defensa. Y ha desarrollado además un cerebro sumamente especializado en el razonamiento de cuestiones filosóficas abstractas que dan lugar a todo tipo de creencias y valores antagónicos, que son legítimos únicamente en el contexto en el que fueron creados. De allí nacen nuestras religiones y nuestras ideologías (¿qué no son lo mismo?).

El ser humano, al desarrollar la capacidad del pensamiento abstracto, ha pretendido explicarse su existencia como ser y ha inventado todo tipo de intrincadas teorías ontológicas y bellísimas mitologías. Nuestra cosmogonía, pues.

Todos los grupos antiguos se asignaron un origen divino que los distinguía de los demás. Cada cual era una criatura de su Dios que lo había hecho para su loor y servicio. Fueron creados de polvo estelar, barro, masa de maíz y etc. Y en casi todas las lenguas antiguas se designan a sí mismos como el ser verdadero o el hombre verdadero. A todos ellos, su Dios les ha dado la heredad y la potestad de la tierra y sus criaturas, incluidos los otros seres humanos. Todos son, de alguna manera, el pueblo elegido. Éste es uno de los orígenes del racismo. Cualquier pueblo o cultura que se considere único en el mundo, tiene dentro de sí el germen del racismo. Que lo desarrolle o no, va a depender de agentes sociales y de poder sumamente complejos que exceden este espacio.

El racismo no tiene su origen en el color de la piel sino en factores culturales. Pueden ser tan racistas los blancos, los negros, los indios, los europeos, africanos, americanos y los asiáticos. El racismo por el color de la piel es sólo una manifestación de dominio social, cultural, económico y, generalmente, violento por parte de un grupo de diferentes que se sitúa históricamente por encima de los demás a través del ejercicio del poder.

Nuestras actitudes racistas son manifestaciones de nuestra cultura y, como tales, son inconscientes. No sabemos que lo somos a menos que adoptemos reflexivamente una ideología que lo promueva o lo confronte. Lo aprendemos desde la cuna con nuestros padres, la escuela, los medios de comunicación y etc. Actuamos así porque no sabemos actuar de otra manera y es probable que ni siquiera intuyamos que hay otras formas de hacerlo.

En Sicología se establece que no existen las equivocaciones ni los lapsus. Nuestras frases coloquiales son una expresión literal de la estructura profunda del pensamiento, sin importar la intención. El Presidente Fox dijo lo que dijo tal y cómo lo dijo y todos entendimos lo mismo, y no es porque seamos mal intencionados, sino porque lo dijo así. En la comunicación no existen los errores... sólo hay resultados.

Si el señor considera que no debe ofrecer disculpas ni aceptarlo como una pifia diplomática es, entonces, porque ni siquiera se dio cuenta de lo que hizo. ¿Y a qué se debe esto? ¿Por qué nos llega a pasar esto a todos? Tal vez la siguiente historia que recibí hace tiempo nos ayude a entenderlo:

Un grupo de científicos colocó cinco monos en una jaula, en cuyo centro pusieron una escalera y, sobre ella, un montón de bananas. Cuando un mono subía la escalera para agarrar las bananas, los científicos lanzaban un chorro de agua fría sobre los que quedaban en el suelo.

Después de algún tiempo, cuando un mono iba a subir la escalera, los otros lo golpeaban y lo obligaban a bajar. Pasado algún tiempo, ningún mono subía la escalera, a pesar de la tentación de las bananas. Entonces, los científicos sustituyeron uno de los monos.

La primera cosa que hizo fue subir la escalera, siendo rápidamente bajado por los otros, quienes le pegaron. Después de algunas palizas, el nuevo integrante del grupo ya no subió más la escalera. Un segundo mono fue sustituido, y ocurrió lo mismo. El primer sustituto participó con entusiasmo en la paliza al novato. Un tercero fue cambiado, y se repitió el hecho. El cuarto lo mismo y, finalmente, el último de los veteranos fue sustituido.

Los científicos quedaron, entonces, con un grupo de cinco monos que, aún cuando nunca recibieron un baño de agua fría, continuaban golpeando a aquel que intentase llegar a las bananas.

Si fuese posible preguntar a algunos de ellos por qué le pegaban a quien intentase subir la escalera, con certeza la respuesta sería:

“No sé, aquí las cosas siempre se han hecho así..."

¿Nos suena conocido?

Saludos
contreras

miércoles, mayo 25, 2005

De negros y otras discriminaciones

Foro de discusión
la jornada
25/05/2005



¿Cuando alguien dice que a la gente de raza negra se le llama negro es, necesariamente, una expresión racista? Y si luego alguien le contesta que seguramente es homosexual por opinar así, ¿a eso cómo se le llama? ¿De cuantas maneras podemos discriminarnos unos a otros? ¿Y por orden de quién, las palabras dejaron de ser descriptivas y se volvieron insultantes o políticamente incorrectas? ¿Todavía es válido decir chichis, nalgas, caca, chis y pedo o ahora sólo debemos usar eufemismos como bubis, pompis, popó, pipí y cuete? Y ni hablar del culo, que en España, la cuna de nuestro idioma, es una palabra de uso común y en México pertenece a los terrenos de la escatología rayana en el degenere. ¿Y un negro es alguien de piel negra? O es un ser humano con capacidades diferentes que se pierde en la oscuridad.

De que el Presidente Fox se equivocó no hay duda. Fue precisamente por esa manera de hablar que ganó la presidencia. Lo que se le olvida es que ya la ganó, ya no es candidato y ahora tiene una investidura y una representación que cuidar. Tampoco se puede esperar mucho de un tipo que se vanagloria de ser más empresario que político. Ahora bien, las expresiones del Presidente sobre los trabajos que hacen los inmigrantes indocumentados mexicanos y que no quieren hacer ni los negros pueden ser políticamente incorrectas, pero no son falsas.

Todas los sistemas sociales están divididos en clases: ricos y pobres, blancos y negros, heterosexuales y homosexuales, patrones y obreros, inteligentes (nosotros) e idiotas (los que opinan distinto), etc. En el colmo de los colmos, hasta dividimos a la humanidad en hombres y mujeres y les otorgamos diferentes derechos a cada cual. Todo esto, en ningún caso, es así porque así deba ser, sino que es así porque así lo hacemos que sea. Todos discriminamos a alguien por algún motivo. La utopía de una sociedad sin clases sigue siendo una aspiración válida pero, hoy por hoy, no existe.

Los sistemas sociales están, por lo mismo, estratificados de manera piramidal, donde la cúspide la ocupan lo poderosos y la base los desheredados. En esto nada tiene que ver el color de la piel. Igual ocurre en los Estados Unidos, en Uganda o en México. Si a esto le agregamos, ahora sí, el nefasto racismo, entonces creamos un sub-escalón de la base de la pirámide que ya pertenece al inframundo. Abajo de eso, sólo el infierno.

En el caso de nuestros vecinos gringos (¿gringo es políticamente aceptable?), el sub-escalón del inframundo lo ocupan los negros. Sobre este grupo se ceban todos los males de la sociedad norteamericana: miseria, ignorancia, prostitución, violencia, drogadicción y todos los etcéteras imaginables. Sin embargo, por ser ciudadanos norteamericanos (de cuarta, pero ciudadanos) gozan de algunas prerrogativas de seguridad social como el seguro de desempleo, que les permite evitar ciertos trabajos que se consideran poco redituables o, de plano, indignos. Estas ocupaciones, que allá pertenecen al sub-sub-escalón del infierno, son llenadas con los trabajadores indocumentados de México y Centro América que deben elegir entre la inanición o la ignominia.

Ahora bien, tal parece que los líderes negros de los Estados Unidos se están desviando de la ruta enfrascándose en un conflicto internacional muy bobo para exigirle al Presidente Fox una disculpa (que, para colmo, ya se encaprichó en no dar), primeramente por haberles dicho negros y luego por, indirectamente, haber señalado que ellos ocupan el escalón más bajo del sistema social de su país, cuando a quien le deben pedir cuentas a su gobierno y a su sistema por tenerlos allí. Ellos están muy bien organizados para salir, luchar y obtener lo que por derecho les pertenece. Son tan ciudadanos como cualquiera. Ése es su trabajo y no es fácil. Ya llevan muchos años en la batalla y tal vez les falten muchos más.

Por otro lado, dicen que para hacer un guisado de liebre, primero debemos tener una liebre. Y para lograr un debate de ideas, es requisito indispensable la existencia de ideas, de lo contrario van a brotar nuestros prejuicios, lugares comunes, frases hechas, insultos y nuestras muy particulares filias y fobias ideológicas y vamos a enfocarnos en lo anecdótico descuidando lo primordial. Aquí es donde hemos extraviado el debate. Llevamos muchos días discutiendo si el Presidente se equivocó al decir lo que dijo, si sufre diarrea verbal, si se dice negro o afroamericano, si genéticamente existen las razas, si los que no opinan como nosotros son pendejos, etcétera y estamos descuidando lo esencial: la triste realidad de que nuestro sistema social y económico expulsa del país a millones de mexicanos que, por razones de subsistencia, están dispuestos a arriesgar la vida y la dignidad para irse a meter en el infierno. Y lo peor no es eso, sino que ese supuesto infierno es infinitamente mejor que lo que tienen aquí. Y que lo que tenemos muchos. Y además estamos enfrascados en un falso dilema si partimos de la base de que ningún trabajo es indigno en sí. Por otro lado, lo realmente vergonzoso es que ellos allá ganan, por hacer ese tipo de trabajos, más de lo que las industrias mexicanas están dispuestas a pagarle a muchos profesionistas en México. Tan es así que una parte muy importante de la economía del país está sustentada en las remesas que, además, les alcanza para enviar a sus familiares.

Si nos perdemos en discusiones anodinas nosotros mismos tendemos una cortina de humo sobre los problemas que verdaderamente merecen nuestra atención como puede ser el ataque sistemático a los derechos humanos de los indocumentados en el vecino país. Resulta aleccionador notar que cuando los gringos dictan leyes que lesionan a los indocumentados todos nos ensimismamos en la discusión de si es correcto usar la palabra negro.

Vamos a cuidar nuestro foro. Si nos esforzamos tantito podemos elevar el nivel de nuestras discusiones. No podemos a exigir uniformidad de criterios porque terminaríamos aburridos. La riqueza de nuestra pluralidad y el respeto a las opiniones divergentes son la base de nuestro crecimiento cultural. Además las ideas se combaten con ideas. Somos lectores de La Jornada, no de Crónica.

Saludos
contreras

sábado, mayo 21, 2005

Copla

Recuerdo más tu sonrisa
que tu cuerpo perfumado
por eso llevo en el alma
sin poder desenclavarlo
el barro de tu mirada
como dardo envenenado.

Romance

Aquella noche serena
que pasamos junto al río
dejó en mi alma puñales
como claveles heridos.
La luna que nos miraba
bostezaba en el hastío
llena de amores fugaces,
llena de penas y ríos.
Tu cuerpo de luz y nacar
me envolvía urgido
y en el temblor de tus pechos hallé
hallé calor y abrigo.
Te entregaste a mis manos
que recorrían tus caminos,
la oscuridad de la noche
cubría tu desvarío.
El resplandor de la luna
que contemplamos unidos
dejó en mi alma puñales
como claveles heridos.
Ay, cuánta noche callada,
ay, cuánto amor escondido,
ay cuánta luna oscurece
el triste semblante mío.

jueves, mayo 19, 2005

Evocación


Gran pagano
se hizo hermano
de una santa cofradía,
y el Jueves Santo salía
llevando un cirio en la mano.
Aquel trueno
vestido de Nazareno.

Antonio Machado

Rara vez recuerdo mis sueños, y en los pocos que recuerdo, rara vez he soñado a mi madre. En cambio pienso mucho en ella. Pero eso si, cuando la sueño siempre está sana, hermosa, jovial, y acaparando la atención de todos. En el espejo de mis recuerdos esa era mi mamá.

Esa era Amalia, Reina de los Ángeles y Emperatriz de los Querubines, que nació en Acámbaro, Guanajuato, le salió su primer diente hasta los tres años y creció en Morelia como una niña mimada, voluntariosa e hiperactiva que se peleaba a trompadas con los niños de la escuela y tenía la desfachatez de ganarles.

Esa era Amalia, Reina de las Fiestas Patrias y Emperatriz de la Belleza, que partía plaza por la Calle Real paseando altiva su juventud y sembrando desconsuelos entre los muchachos de San Nicolás que rondaban por su casa esperando verla salir o asomarse a la ventana para robarle, en un descuido, un segundo de su imagen volátil y atesorarla entre los libros insomnes y las noches en vela.

Esa era Amalia, Reina de los Árboles y Emperatriz de las Flores, que casó con Jesús, el norteño sembrador de viajes y quimeras, acaparador de los anhelos colectivos, que la llevó a los viveros de Chilchota para plantar las sombras de las carreteras de ese Michoacán exuberante donde escupes y nace pasto, y que un día cambió su rumbo hacia los desiertos desolados del norte donde la tierra es dura como piedra y hay que regarla con lágrimas para arrancarle una plantita de algodón. Una vida donde los desencuentros se fueron acumulando y los hijos llegaron para llenar los espacios que dejaban libres las batallas mientras la riqueza se les escapaba por entre los dedos y el camino se les cerró hasta un punto sin retorno.

Y ya me imagino la conmoción que se generó en Morelia cuando Amalia, Reina de los Menesterosos y Emperatriz de los Desheredados, regresó de Ciudad Juárez con diez hijos y diez pesos para mantenerlos, huyendo de un matrimonio desastroso que, por las razones que fuera, no funcionó y que llegaba con el pasado roto y un ángel en el vientre y que algunos de sus hijos terminaron en el Internado de Uruapan donde la bondad misionera del hermano Jorge los sacó adelante por un tiempo y los pequeños nos quedamos en la casa del Tío Ramón y mientras que Amalia, Reina del Palacio de Gobierno y Emperatriz de los Burócratas, salía a trabajar, jugábamos todo el día en los patios y pasillos de la vieja casona de cantera rosada de las calles de la Corregidora donde encontrábamos todo tipo de cachivaches y los convertíamos en juguetes.

En aquella época heroica éramos tan pobres que cambiábamos más de religión que de ropa, porque Amalia, Reina de los Cielos y Emperatriz de la Eternidad, era dueña de una espíritualidad sincrética y sui géneris que se columpiaba entre el fundamentalismo sin misericordia y la herejía de raíces profundas que le permitía casi cualquier cosa y que reborujaba su alma en aquel inmenso lago de contradicciones y claroscuros que la debatía en la encrucijada de un discurso liberal y una esencia conservadora y que, por esa capacidad extraordinaria para enredarse en las filosofías más intrincadas, terminó convencida de que era poseedora de la verdad absoluta, y es que Amalia, Reina del Soliloquio y Emperatriz del Monólogo, pasaba horas y horas conversando con Dios y consigo, y se decía y se contestaba y sacaba conclusiones que se manifestaban en frases excéntricas y llenas de vericuetos enmarañados y abismos insalvables porque Amalia, Reina de la Metáfora y Emperatriz de los Ilusionistas, era capaz de levantar las estructuras más atrevidas sin miedo al derrumbe. Recuerdo admirado cómo me contó la vez en Tijuana cuando un coche sin control se fue contra la vidriera de la tienda donde ella estaba parada y, al darse cuenta, sólo vio que se le “venía encima una catarata de puñales apuntando al corazón”; o cuando me platicó, muerta de la risa, la ocasión en que acompañó a mi tía Guille a Guadalajara a uno de los maratones de la quimioterapia y las regresaron a Morelia en una avioneta desvencijada y crujiente que al llegar se encontró en medio de una tormenta y no pudo descender y estuvieron a la vuelta y vuelta en aquel camión de redilas que se estremecía dando tumbos por los aires y que las tuvo con el aliento en un puño convocando a toda la Corte Celestial... y cuando al fin pudieron aterrizar se percataron de que estaban de nuevo en Guadalajara y las treparon en el autobús de retache. Y como ésa, todas. Y esa manera laberíntica de adornar sus pláticas las volvía interminables, pues en su propensión a envolver en celofán las mil pinceladas de sus historias, pasaba de un tema a otro sin solución de continuidad; por eso, platicar con ella era sentarse a escuchar sin remedio, porque acaparaba la tarde y se eternizaba en mil y mil pormenores a cuál más enrevesado.

Y todos sabíamos que en nuestras casas debía haber siempre un lugar preparado porque Amalia, Reina de los Gitanos y Emperatriz de los Vagabundos, llegaba sin avisar y se quedaba hasta que otra invasión la lanzaba de nuevo por esos caminos de Dios, y así fue hasta los años infaustos cuando Cronos le pasó la factura y Amalia, Reina de la Juventud y Emperatriz de la Fortaleza, no soportó la vejez y se derrumbó. Cuando ya no fue capaz de mantener su independencia, pintó su raya y se acostó a morir, pero su cuerpo, fuerte y hecho en mil batallas, se negó a acompañarla y la fue deteriorando poco a poco metiéndola en una agonía larga, lenta y sin sentido que arrasó con su dignidad y la de todos. Era difícil ayudarla porque quería una cura milagrosa que la levantara de la cama de un día para otro sin ejercicios, sin esfuerzo y sin la disciplina de los medicamentos. Decía que aún no había nacido el médico que la fuera a convertir en drogadicta. Cuando estuvo en mi casa, recuerdo con pena que no supe qué hacer y sólo se me ocurrió tratar de ayudarla dándole cariño y poniéndole reglas que físicamente no era capaz de obedecer y anímicamente no se le daba la gana hacerlo. La senilidad causó estragos en su cordura y perdió contacto con la realidad aunque costaba trabajo darse cuenta porque su memoria se mantenía intacta y su habilidad para la baraja no sufrió menoscabo. Sólo salía de su depresión al rememorar las épocas gloriosas de su juventud cuando la eligieron Reina de las Fiestas Patrias y dejó en el camino a las encopetadas de la elite de Morelia y mi abuela le hizo su vestido descotado, y con los hombros desnudos se presentó imponente a su gran noche triunfal, y fue entonces cuando se le clavó en el alma la idea de que debió llamarse Carlota Amalia, Emperatriz de México, y vivió toda su vida haciéndose querer y haciéndose servir por todos; y cuando los recuerdos ya no le alcanzaban volvía a sumirse en el marasmo de su debilidad y así fue hasta que murió.

Nunca he visitado su tumba. Y es que prefiero la imagen de la Amalia, Reina de los Ángeles y Emperatriz de los Querubines, que nació en Acámbaro, Guanajuato, le salió su primer diente hasta los tres años y creció en Morelia como una niña mimada, voluntariosa e hiperactiva que se peleaba a trompadas con los niños de la escuela y tenía la desfachatez de ganarles.

Cuando escucho la voz de mi memoria, me gusta recordarla sana, hermosa, jovial y acaparando la atención de todos. Vanidosa y altiva. En toda su majestad.

En el espejo de mis recuerdos esa es mi mamá... y la extraño mucho.

Besos y abrazos para todos
chito

domingo, mayo 08, 2005

La Marcha Del Silencio


LA MARCHA DEL SILENCIO
(Perdone las molestias que le ocasiona la Democracia.)

No vine por una torta ni por un tamal.
¡Yo vine por mis huevos!
Pancarta en La Marcha Del Silencio.

Gaby y yo salimos de Tlaxcala a las 6 de la mañana con el desayuno en una bolsita (un yogurt, una galleta de fibra y una manzana que nos comimos durante el viaje.) Llegamos a las 9 a la estación del Metro Chapultepec y allí nos bajamos para acercarnos a Reforma debidamente armados con nuestro listón tricolor, tapabocas, y una banderita amarilla de ¡No al Desafuero!.

Era un mar de gente. Mantas y pancartas de todos los tamaños y colores con miles de leyendas a cual más de ingeniosas, irreverentes y, las menos, encabronadas. Los contingentes de las organizaciones más diversas estaban formadas en las bocacalles de Reforma esperando el inicio de la marcha. Los de la Asamblea de Barrios estaban uniformados con playeras amarillas y liderados por Superbarrio Gómez. Una pequeña tropa de activistas se movía junto a otro luchador, con máscara y traje dorados, con la insignia de un rayo (El Rayito de Esperanza), que saludaba a todos agradeciendo su asistencia. Se vivía un ambiente de fiesta y optimismo.
La gente iba vestida de todos los colores, aunque predominaba el blanco. Un grupo de mujeres Triquis lucía sus coloridos trajes bordados en rojo, amarillo y negro. Eran hermosas. Había un grupo singular que, vestidos totalmente de blanco, quemaban copal en unos braceritos de barro negro. Los del FIR Tlacaelel portaban como estandartes unas flores enormes de papel crepé color rojo. Las parejas jóvenes iban con sus niños de brazos en carriolas o cangureras. Gente en sillas de ruedas o con muletas se mostraba lista para arrancar la marcha. Hasta un Santa Claus andaba por allí. Aquello era una romería.

Caminamos hasta el Museo de Antropología y allí, junto al Tlaloc, nos quedamos para esperar el inicio de la marcha y estar en la vanguardia. Vimos llegar a Cuautemoc Cárdenas, Leonel Godoy, Marcelo Ebrard, Pablo Gómez y otros que no reconocí (nos dábamos cuenta cuando llegaba uno de los notables porque los periodistas corrían, se amontonaban y la gente gritaba o aplaudía.) Todos esperábamos el arribo de Andrés Manuel, pero nunca llego. Después supimos que estaba atorado en Revolución. Se unió a la marcha allá por el Ángel.

La Marcha Del Silencio inició a las 10:05 de la mañana y nos incorporamos a un enorme contingente de pejelagartos recién desembarcados del trópico.

Los trabajadores de la cultura
nos manifestamos contra la injusticia
Manta en la Marcha del Silencio
Siempre en busca de lugar más adelantado para participar, fuimos avanzando, nos alejamos de los pejes y caminando por el camellón dimos con un grupo que lideraban Paco Ignacio Taibo II y Jesusa Rodríguez, y de inmediato nos unimos a ellos. ¡Sí, señoras y señores!, ¡Marchamos hombro a hombro con Paco Ignacio Taibo II y Jesusa Rodríguez! (Como ya nos hicimos cuadernos, a partir de este momento me referiré a ellos como Paco y Jesusa.) Marchábamos atrás de unos performanceros que iban jalando un caballo gris de madera y cartón piedra sobre el que estaba montado un cuate disfrazado de caballero andante y haciendo movimientos con su lanza. (Una señora dijo –“allá atrás del burro va la cultura”.) Y, caminando ya, Jesusa le hizo un letrero que lo identificaría de allí en adelante como “Don Quijote de la Marcha”.

Los trabajadores de la cultura participaron como ellos mejor lo saben hacer. Cada tanto aparecían en algún punto grupos haciendo una representación artística. Estatuas vivientes con letreros alusivos, o disfraces del Peje, Fox y el Innombrable eran los más abundantes.

Un grupo de guionistas del CUEC se nos unió más adelante con una manta que rezaba: “Esta Historia No Nos Gusta”.

Una muchacha caminaba a nuestro lado con una pancarta que decía: “Bruce Lee, Pero Fox No”.

Otros llevaban pequeñas pancartas con la leyenda: “En el país de José Luis Borgues, los poderosos no leen el periódico”

Un escultor armó sobre una camioneta un enorme Caballo de Troya con puros huacales de madera que, al final de la marcha, fueron a depositar a las puertas del Palacio Nacional.

En otro punto se incorporó un grupo de dibujantes que llevaba dos cartones muy grandes con sendas caricaturas buenísimas. Ellos buscaban a los moneros de la Jornada que marchaban más atrás.

En un camión viajaba un gigantesco toro de unos 6 metros de largo y tres de alto (Peje el Toro ej inojente.) No supe quien lo llevaba.

Títeres, mojigangas y todo tipo de muñecos monumentales de los estilos más variados hacían burla de los villanos de la historia. Abundaban las representaciones del Innombrable (orejón y colmilludo) y compañía.

Junto al Banco de México encontramos una escultura en cartón piedra con una gran bacinica de la que asomaba, entre la mierda, un monstruo de siete cabezas con las caras de Fox, Martha, Macedo, Creel, Fernández de Cevallos, Madrazo y el Innombrable.

Por razones del arcano, y hasta el final de la marcha, terminamos portando una manta que rezaba: “Los Pinos No Los Dejan Ver El Bosque”. (La guardé como recuerdo.)

-Señor Paco Ignacio Taibo, ¿Qué opina usted
de la participación del Sr. Porfirio Muñoz Ledo
en La Marcha Del Silencio?

-Bienvenidos todos los que se quieran unir;
éste es un momento de multiplicar, no de restar;
y bienvenidos los arrepentidos
que se dan cuenta, aunque sea tarde,
de que su voto útil solo sirvió
para hacer presidente a un inútil.
Entrevista de La Jornada
al escritor Paco Ignacio Taibo II
durante la Marcha Del Silencio
El despliegue de medios fue impresionante. Periodistas, fotógrafos y camarógrafos pululaban alrededor de la marcha en todo momento. Esos cuates hicieron la caminata tres veces, corrían de adelante para atrás y de regreso todo el tiempo.

Un helicóptero daba vueltas en círculo sobre la trayectoria de la marcha haciendo vistas aéreas de la multitud.
Todo tipo de cámaras y micrófonos se podían observar a lo largo de la ruta. En sitios estratégicos estaban unas grúas inmensas con cámaras de televisión que hacían tomas especiales para la transmisión vía satélite que llevó la señal gratuita a todo el mundo. TV Azteca y Televisa tenían camionetas con cámaras y equipo de transmisión en varios puntos del camino... y al final, en México, sólo CNI Canal 40 transmitió la marcha completa. Los otros canales estuvieron pasando la repetición de la repetición de la repeticion de la misa del Papa (por eso estamos como estamos.)

Como caminábamos al lado de puras celebridades, nos aplaudían en todo el trayecto (vamos arando, dijo la mosca.) Las cámaras de la televisión española, francesa, italiana y desde luego, los medios mexicanos se acercaban para entrevistar a Paco en cuanto lo veían. La gente le gritaba para saludarlo cuando lo reconocía. En un momento dado dijo:

- “Para ser solo un pinche escritor soy muy famoso.”
- “Es falso que la gente de México no lee” – le contestamos.
- “No, lo que pasa es que los que leen están aquí. En los Pinos no leen ni madres”.
¡Todos somos López!
Nobody is Fox.
Pancarta en La Marcha Del Silencio

Todo el camino vimos mantas y pancartas que jugaban con los mil nombres de Andrés Manuel López Obrador. Al final se revirtió la jugarreta de eliminarle un apellido y dejarlo en López.


Las leyendas iban desde AMLO, Andrés, Manuel, Andrés Manuel, López, Ciudadano López, Sr. López, López Obrador, Obrador, y el infaltable Peje.

Unas pancartas hacían burla del manejo tramposo de la Presidencia de la República y algunos medios que quisieron rebajar al Peje eliminándole un apellido, y otras se mofaban de las campañas de desprestigio que implementaron el los Pinos durante todo el año, y se podía leer:
"Manuel, ¡Tú si eres el Mesías!

“Habemus Pejem”

“Péjele a quien le peje, ¡López Presidente!”

“Andrés Manuel es López Obrador porque él si tiene madre”

“Nada de López. ¡El Sr. López para ustedes, pendejos!”
López Obrador no es mi santo,
pero la Democracia es mi devoción.
Manta en el Ángel de la Independencia.

Una bella muchacha, que portaba una cámara fotográfica y que nos acompañó todo el camino llevaba una playera blanca con una leyenda en la espalda que decía: “¡Exijo mi derecho a no votar por él!”

La Marcha Del Silencio era un océano de diversidades. Gente de todos los estratos sociales caminamos en armonía. Teníamos un punto en común: salimos a defender un derecho. Caminábamos para defender la justicia. Marchábamos para protestar por la ópera bufa que montaron en los Pinos para eliminar a un candidato incómodo. No era un asunto de encinos, amparos o desacatos, sino de la aplicación selectiva de la ley. Era un asunto de verdadero abuso de poder con fines electorales.

Mucha gente no quiere ver a Andrés Manuel en la presidencia, pero salió a protestar por el juego sucio. Era común ver mantas que mostraban su rechazo a López Obrador y su apoyo a la justicia y a la democracia.

Éramos un mosaico de opiniones, hermanados por una sola: ¡No se vale!

¡Pinche Fox,
ya nos tienes hasta la madre
con tus pendejadas!
¡Renuncia!
Manta en la Marcha Del Silencio

Aunque el ambiente era de fiesta, habíamos salido a la calle a protestar y se notaba. Estábamos felices por ganar la calle y enojados por tener que ganarla para que se respeten nuestros derechos.

En medio del silencio, las mantas y las pancartas gritaban nuestro descontento. Eran la voz de nuestra rebeldía y nuestro enojo.

Las leyendas de las mantas iban de lo panfletario a lo jocoso; de lo elegante a lo furibundo.

De manera curiosa las mantas más agresivas no eran contra Fox sino contra Martha. (Me contaba mi hermana que en una entrevista para la TV un franelero de la calle había expresado: “¡Es que a ese güey lo manda su vieja!”)

Algunos ejemplos de lo que íbamos leyendo:

"Un cañonazo de $ 2000 no derrumba la Democracia"
“Fox, un referéndum. ¿Te avientas?”

“¡Fox al rancho y Martha al exilio!”

“¡Martha, haznos el favor de quedarte en Roma!”

“¡Martha, tú mandaz a Vizente, pero en mi voto mando yo!”

“¡Fox, coges a tu vieja y te vas!”

No somos uno,
no somos cien,
pinche gobierno:
cuéntanos bien.
Consigna que se coreaba
antes de La Marcha Del Silencio
Cuando la marcha arrancó en el Museo de Antropología, el Zócalo ya estaba casi lleno. Desde horas tempranas la gente comenzó a llegar para ganar un lugar en el mitin. Hubo algunos que, de plano, llegaron desde la noche anterior y se quedaron a dormir tanto en el Zócalo como en Chapultepec. Los contingentes de las organizaciones populares estaban apostados en las bocacalles de Reforma esperando incorporarse a la marcha cuando ésta llegara hasta allí. Pero cuando la marcha inició en Antropología, arrancó simultáneamente en todo el trayecto, de manera que nosotros, pobres ilusos, que llegamos hasta el Tlaloc con la idea de estar en la vanguardia, acabamos en la cola. A ratos caminábamos a paso lento en lapsos de diez pasos y descanso (no había por dónde.) Por momentos íbamos pegados panza con nalga (¡gulp!) Éramos un rió que fluía sin prisas.

Había una multitud agolpada en las rejas de Chapultepec, en las aceras y en los camellones del Paseo que salió a manifestarse con pancartas y aplausos, pero que nunca se unió a la marcha. La Glorieta del Ángel de la Independencia estaba llena de gente, mantas y pancartas. Todos los monumentos y sitios estratégicos de la ruta estaban abarrotados por la multitud que aplaudía con entusiasmo el paso de los marchantes (básale harbano.) Podemos calcular que una cuarta parte de los que salieron a manifestarse no marcharon.

Por los celulares comenzaron a llegar las noticias de la vanguardia (¡snif!) y las reacciones de los medios de comunicación. Cuando íbamos ya por el Ángel, la avanzada estaba entrando al Zócalo y los últimos contingentes apenas iban saliendo de Antropología. En Bellas Artes muchos contingentes se disolvieron ante la imposibilidad de seguir avanzando.

Se comenzaron a manejar las cifras más descabelladas. Un locutor de la W decía que no habría más de 60 mil congregados. Otros, magnánimos, nos calculaban en 120 mil. Los más optimistas hablaban de 2 millones. ¡Era la guerra de las cifras! Nosotros hicimos una cuenta muy sencilla: en cada fila había, por lo menos 28 manifestantes; en cada metro había en promedio 2 filas; del Museo al Zócalo hay 9 kilómetros de distancia; las aceras y los camellones estaban colmados de gente y la plancha del Zócalo ya estaba llena y con el mitin iniciado. Esto matemáticamente nos decía que ÉRAMOS UN CHINGO (con un margen de error del 3%.)

Y todos éramos acarreados. Nos acarreó el animo de salir a ganar la calle. Nos acarreo la necesidad de expresar nuestra inconformidad. Nos acarreó la empatía y la hermandad. Nos acarreó la certidumbre de la victoria. Nos acarreo la belleza de la justicia... todos éramos acarreados.
Mexicanos, al grito de guerra,
el acero aprestad y el bridón.
Y retiemble en su centro la tierra
al sonoro rugir del cañón.
Himno Nacional Mexicano
Bendita Tecnología. Gracias a los teléfonos celulares y un pequeño radio portátil (su radito, je je) nos íbamos enterando del desarrollo de la marcha. Como Andrés Manuel nunca llego a Antropología, donde se suponía que iba a arrancar la marcha con él, iniciamos sin su presencia y él se incorporó muy lejos de nosotros. La plana mayor del PRD caminaba unos metros adelante de nosotros y cerca del Ángel supimos que el Peje estaba llegando al Zócalo. De pronto se armó un alboroto porque estos cuates se salieron de la marcha para subirse a unos coches que los transportarían de volada al mitin. Sólo Cuautemoc ya no quiso continuar y aduciendo un viaje al extranjero abandonó la marcha entre gritos de ¡Unidad, Unidad!. Le gritaron de todo. Paco (cuautemista irredento) corrió hacia el alboroto para ver que pasaba y de regreso, justificándolo, nos informó lo del viaje y el avión y todo eso (¡Ya marcho, qué más quieren!) El caso es que él ya no llegó al Zócalo y que esto se podía prestar a muchas especulaciones.

Cuando caminábamos a la altura del monumento a Cuautemoc supimos que López Obrador ya había iniciado su discurso (y nosotros a la mitad del camino, ¡joder!) Al llegar al Caballito nos enteramos de que se iba a cantar el Himno Nacional y nos organizamos (o nos organizó Paco, que es activista de tiempo completo) para cantarlo simultáneamente con los del mitin. Entramos a la Alameda Central cantando a toda voz y con un nudo en la garganta. La gente que nos miraba desde la Alameda aplaudía y cantaba con nosotros. Era imposible no llorar.

Cuando llegamos a Bellas Artes el mitin había concluido y no había hacia donde avanzar. Algunos contingentes se iban disolviendo desde allí y nosotros, aguerridos, decidimos que si ya habíamos caminado por cuatro horas merecíamos llegar victoriosos al Zócalo. Y allá vamos, con todo y Don Quijote de la Marcha, desviándonos por calles aledañas para entrar a la plaza en medio de nuestros gritos y silbidos de júbilo y los aplausos de los que estaban allí. El sol brillaba en todo su esplendor, y el calor ya nos había cobrado su cuota de energía. Dimos la tradicional vuelta con la mano izquierda levantada haciendo el signo de la victoria y entramos a la plancha de concreto dónde nos despedimos emocionados y satisfechos.

Agotadoramente orgullosos.

contreras

¿Existe la vida después de AMLO?

El mundo no detiene su marcha por lo que hagamos nosotros. Mañana va a salir el sol y las estaciones se van a suceder una a la otra. Tenemos que comer y trabajar para comer; hacer el amor, ir al cine, leer el periódico... tenemos que ocuparnos de lo nuestro, pues. Afortunadamente es así. Ésta es una de las maravillas de la vida... podemos sobrevivir a cualquier cosa. El sol salió, como siempre, después de los crímenes políticos más estúpidos de la historia, verdaderos hechos mayores, como la masacre del 2 de octubre del 68, la matanza de Acteal, los asesinatos de Gandhi, JFK y Colosio. La vida continuó su marcha antes, durante y después del holocausto judío en la segunda guerra mundial. Si el mundo no dejó de girar porque un país decidiera probar su poderío nuclear en la población civil de Hiroshima y Nagasaki... no se va a detener por el desafuero de López Obrador. Esto es cosa menor...

Si han leído el libro “La Noche de Tlatelolco” de Elena Poniatowska (me imagino que sí), se habrán dado cuenta de que los últimos capítulos son los más tristes: cuando los muchachos descubren que nada pasó un día después. La gente salió de sus casas a hacer su vida, sus compras, a disfrutar de las olimpiadas y todo lo demás. Los responsables del crimen eran los dueños del poder, de la información y de la investigación. Además contaban con la complicidad de la mayoría de los medios de comunicación.

Sería largo y cansado enumerar todos los casos en los que han ocurrido hechos más o menos graves y que, al final, nada pasó. Podríamos señalar por ejemplo: el jueves de corpus del 71, el fraude electoral del 88, el mismo asesinato de Colosio, etc.

Una de las características más notorias de nuestra idiosincrasia es ese fatalismo que nos lleva a la inmovilidad ante los hechos consumados. (¡Ya ni modo!) Eso mismo nos lleva a trivializar las cosas para restarles carga emocional (La vida continúa y tenemos muchas cosas que hacer.) Hasta somos capaces de hacer buenos chistes sobre tragedias tan dolorosas como los terremotos del 85 o las explosiones de San Juanico.

Aunque decir que nunca ha pasado algo también es falso. Es una generalización. Si el país ha ido cambiando poco a poco ha sido gracias a aquellos que no se conformaron con las migajas que les ofrece el poder. Aquellos que buscan hasta que encuentran. Algunos han tomado las armas para obtener lo que la democracia no les da. Otros han preferido integrarse al sistema para luchar desde adentro. Otros más han decidido recorrer los caminos sinuosos de la oposición democrática. Vicente Fox es un buen ejemplo. López Obrador es otro.

La democracia tiene sus riesgos. No podemos jugar al adivino y querer aventurar, sin más, quién será un buen gobernante y quién no. Los que votaron por Fox pueden confirmar el día de hoy si acertaron o se equivocaron. Pero nunca lo sabrían si alguien hubiera decidido que él no debería competir porque no le gustaban sus propuestas.

El asunto es ése. Estamos hablando de si es válida la aplicación parcial de la ley en aras de eliminar de la contienda electoral al candidato que no les gusta. ¿El desafuero es legal? Sí, sí lo es, en el sentido de que se siguió un procedimiento establecido. ¿Había otras salidas, también legales? Sí, sí las había. Aquí lo que se necesita es aclarar si algún grupo de poder tiene derecho a eliminar física o legalmente a un candidato incómodo, llámese Luis Donaldo Colosio o Andrés Manuel López Obrador.

Pero, qué podemos esperar si los celosos defensores de la ley y la legalidad son los mismos que aprobaron el Fobaproa, el mayor robo que hemos sufrido los mexicanos, tú y yo incluidos. Son los mismos que cometieron el delito multimillonario del Pemexgate. Son los mismos que ganaron la presidencia con amigos que consiguieron aportaciones ilegales, nacionales y extranjeras. Son los mismos que creen que la silla es heredable dinásticamente. Son los mismos que se enriquecen con negocios ilícitos al amparo del poder y del fuero... son los mismos de siempre.

El manejo de las noticias en estos días por los medios electrónicos deja mucho que desear. Fue patético ver a las dos televisoras, peleando la primicia del último suspiro del Papa moribundo con una transmisión donde, durante horas y horas y horas, estuvieron enfocando dos ventanas que no se apagaban, con unos enviados que trataban de mantener la noticia haciéndonos notar... que no se apagaban... que había un grupo de muchachos que cantaba canciones... que una señora lloraba desconsolada... y todo esto en una plaza que se fue quedando irremediablemente vacía ente la falta de información. ¿No era esto un indicador claro de que no había noticia?. La misma televisión italiana solo estuvo haciendo cortes informativos. Pero, el rating es el rating, y la manipulación es la manipulación. La nota real ocurrió hasta el día siguiente y nos conmovió a todos.

El carisma y la importancia de Juan Pablo II no admiten discusiones ni comparaciones. Pero no es un asunto de comparaciones. Aquí volvemos al manejo manipulado de la noticia: yo escuché las palabras de AMLO y nunca se comparó con el Papa ni se quejó de que privilegiaran la noticia de su agonía. Se quejó, específicamente, de que la noticia del desafuero fue ignorada por completo (si alguien tiene la nota precisa donde el peje se igualaba con Juan Pablo II o pedía que no se transmitiera la noticia de su agonía me gustaría que me la compartiera.) Y aquí se vale preguntar: ¿Eran notas excluyentes? ¿Dar una significaba borrar la otra?. No hay que olvidar que los dueños de las televisoras fueron citados a los Pinos (a comer tamalitos, seguramente.) Además: ¿cuando alguien se queja del manejo manipulado de una información que lo afecta directamente, es soberbio por necesidad?. ¿Y tomar como modelo la lucha y la manera de luchar de Benito Juárez, Gandhi, Martin Luther King o Nelson Mandela, sólo puede ser un acto de soberbia? ¿Y cuáles son los modelos autorizados para no parecer soberbio? ¿Y quién lo decide?

Hay quien dice que en lugar de sobrevalorar a AMLO, pensemos en el hambre, la miseria, la educación, los emigrantes indocumentados, los problemas no resueltos; ...pero aquí volvemos a lo mismo: ¿Es que son cosas excluyentes? ¿Si atendemos a una debemos desatender a la otra?.

Dicen que los problemas del presente se arreglan en el presente... ¿Podemos ocuparnos hoy del desafuero de AMLO? O acaso debemos esperar cincuenta años para que se vuelva pasado y que algún historiador nos explique qué fue lo que sucedió. Quizás entonces entendamos por qué somos como somos y por qué nos va como nos va. Ojalá sigamos vivos en ese momento.

Por lo pronto, desaforaron a Andrés Manuel López Obrador, y probablemente lo inhabiliten pero, mañana va a salir el sol y las estaciones se van a suceder una a la otra. Tenemos que comer y trabajar para comer; hacer el amor, ir al cine, leer el periódico... tenemos que ocuparnos de lo nuestro, pues.

Cabe pensar que los que lo desaforaron también cuentan con eso.

Nos vemos el domingo 24 de Abril en la Marcha del Silencio, del Museo de Antropología al Zócalo.

¡No nos vamos a dejar!

Saludos

contreras