Las Libélulas
de las retos, de los ratos,
de las rutas del Señor.
Mama-Z
Me di cuenta de su presencia desde que Gaby y yo llegamos al Tláloc del Museo de Antropología para encontrarnos con los amigos y familiares con los que nos habíamos citado para marchar juntos. Las libélulas volaban en la fuente del monolito con movimientos rectos y rápidos. Cambiaban de dirección de improviso y el sol recreaba en sus alas reflejos iridiscentes que se transformaban con el movimiento. Debe ser la temporada, pensé.
Tuvimos que dar la vuelta hasta el Zoológico para llegar al museo porque no encontramos manera de ingresar al Paseo de la Reforma por el metro de Chapultepec, una multitud estaba formada esperando el inicio de la Marcha por el Sufragio Efectivo en la que predominaba el color amarillo en los accesorios y la vestimenta de los marchistas.
En el camino nos fuimos encontrando con grupos de teatreros que hacían representaciones artísticas al paso de la multitud, hubo quien se detenía un momento para ver de que se trataba y la mayoría los veíamos apenas y continuábamos moviéndonos sin parar en la Marcha por la Paz, convencidos de que, por el bien de todos, se debe contar voto por voto y casilla por casilla para corregir las irregularidades que se dieron durante las elecciones.
Amaneció nublado, así se mantuvo durante toda la marcha y fue un alivio para el cansancio. Las libélulas fueron una presencia curiosa y constante en la Marcha por la Democracia. Nos cruzaban buscando las flores y la humedad de las fuentes y los jardines en un ir y venir vertiginoso e incansable.
Lo más vistoso de la Marcha por la Certidumbre eran las pancartas caseras que expresaban con mucho sentido del humor, entre cáustico y encabronado, la situación actual y el descontento de muchos ante el visible y burdo fraude electoral en el que se les exige a las víctimas del robo que acepten el resultado y que guarden la compostura. Esto va para largo.
No sé cuántos éramos. En algún momento la columna se alargaba desde el Zócalo capitalino hasta el Periférico. Éramos un río dorado serpenteando con lentitud por la hermosa avenida. Estoy casi seguro de que esta vez éramos algo así como dos chingos. Hoy, buscando en las noticias los comentarios sobre los sucesos, me encuentro con que la PFP nos calculó en ciento ochenta mil marchantes, en Crónica (muy molestos) nos dan algo más de doscientos mil, y Reforma (contando uno por uno) habla de trescientos ochenta mil.
Ahora entiendo por qué estamos metidos en este lío: en este país hay gente que nunca aprendió a contar.