lunes, abril 30, 2007

Muñequitas de Cristal

El sol extiende su brillo
en el cielo de la casa
y en la cornisa, a lo alto,
un pajarito les canta
a tres niños que inventan
los juegos de la mañana
con los mágicos juguetes
fabricados de la nada.

Un trocito de madera
es un avión que surcaba
en tiempos idos, lejanos,
los cielos de la cañada.
Y el niño vuela y revuela
entre las nubes de plata,
los mares de sal y espuma,
las montañas arboladas.

Las niñas buscan y encuentran
una caja abandonada
donde se cubren del frío
las muñecas olvidadas
que se amontonan vacías,
llena de polvo la cara,
esperando a las chiquillas
que escogen ilusionadas,
en un sin fin de colores,
a la princesa anhelada.

Las envuelven amorosas
en su ropita rasgada
y las liberan del polvo
con el vuelo de su falda.
Juegan las niñas felices
en el castillo de paja,
para subir a la torre
la escalera las llama.
Cuidado, niña, cuidado,
el sol dolido exclama.
En un escalón perdido
la pequeñita resbala
protegiendo con su cuerpo,
madrecita abnegada,
a la criatura brillante
que en mil pedazos estalla.

Por su mejilla doliente
una lágrima resbala
y la grana en su rostro
con agua de sal se lava.

No llores, niña bonita,
no llores, niña de mi alma,
no llores, Rosita linda,
el pajarito le canta,
que un ángel vendrá del cielo
para lavarte la cara.

La noche llena en silencio
los rincones de la casa;
el infinito oscuro
tiende su manto de lana
bordado de lentejuelas,
de espejitos de plata,
que cuidan el sueño dulce
de tres niños en su cama.

Muñequitas de cristal,
boquitas azucaradas,
receptáculos de luna,
de tierra, de sol, de agua,
juguetitos de las niñas
que viven un cuento de hadas.

domingo, abril 22, 2007

Sueño de una Noche de Verano (escenas)

miércoles, abril 11, 2007

Los Peregrinos

Una barranca sin río
que parte en dos al monte
divide el horizonte
en maíz y caserío.

Por los terrosos caminos
cuajados de girasoles
van cantando los señores
las plegarias del domingo.

Ya se van los peregrinos
cargando ramos de flores
a contarle sus dolores
al Señor de Tepalcingo.

Los acompañan diez niños
que si se ven libres corren
a bañarse sin calzones
en las aguas del molino.

Ya tarde buscan un sitio
dónde encender los carbones
cuando el viento del norte
los va llenando de frío.

Con el canto de los grillos
se va pasando la noche
entre rezos y canciones
entre alcoholes y gritos.

Y los pobres pequeñitos
junto a sus padres se esconden
cuando los perros sin nombre
lloran su triste martirio.

Los despiertan con sus trinos
los pajaritos de bronce
cuando la luna se corre
de los campos matutinos.

Ya se van los peregrinos
cargando ramos de flores
a confiarle sus amores
al señor de Tepalcingo.

luis david