domingo, mayo 08, 2005

La Marcha Del Silencio


LA MARCHA DEL SILENCIO
(Perdone las molestias que le ocasiona la Democracia.)

No vine por una torta ni por un tamal.
¡Yo vine por mis huevos!
Pancarta en La Marcha Del Silencio.

Gaby y yo salimos de Tlaxcala a las 6 de la mañana con el desayuno en una bolsita (un yogurt, una galleta de fibra y una manzana que nos comimos durante el viaje.) Llegamos a las 9 a la estación del Metro Chapultepec y allí nos bajamos para acercarnos a Reforma debidamente armados con nuestro listón tricolor, tapabocas, y una banderita amarilla de ¡No al Desafuero!.

Era un mar de gente. Mantas y pancartas de todos los tamaños y colores con miles de leyendas a cual más de ingeniosas, irreverentes y, las menos, encabronadas. Los contingentes de las organizaciones más diversas estaban formadas en las bocacalles de Reforma esperando el inicio de la marcha. Los de la Asamblea de Barrios estaban uniformados con playeras amarillas y liderados por Superbarrio Gómez. Una pequeña tropa de activistas se movía junto a otro luchador, con máscara y traje dorados, con la insignia de un rayo (El Rayito de Esperanza), que saludaba a todos agradeciendo su asistencia. Se vivía un ambiente de fiesta y optimismo.
La gente iba vestida de todos los colores, aunque predominaba el blanco. Un grupo de mujeres Triquis lucía sus coloridos trajes bordados en rojo, amarillo y negro. Eran hermosas. Había un grupo singular que, vestidos totalmente de blanco, quemaban copal en unos braceritos de barro negro. Los del FIR Tlacaelel portaban como estandartes unas flores enormes de papel crepé color rojo. Las parejas jóvenes iban con sus niños de brazos en carriolas o cangureras. Gente en sillas de ruedas o con muletas se mostraba lista para arrancar la marcha. Hasta un Santa Claus andaba por allí. Aquello era una romería.

Caminamos hasta el Museo de Antropología y allí, junto al Tlaloc, nos quedamos para esperar el inicio de la marcha y estar en la vanguardia. Vimos llegar a Cuautemoc Cárdenas, Leonel Godoy, Marcelo Ebrard, Pablo Gómez y otros que no reconocí (nos dábamos cuenta cuando llegaba uno de los notables porque los periodistas corrían, se amontonaban y la gente gritaba o aplaudía.) Todos esperábamos el arribo de Andrés Manuel, pero nunca llego. Después supimos que estaba atorado en Revolución. Se unió a la marcha allá por el Ángel.

La Marcha Del Silencio inició a las 10:05 de la mañana y nos incorporamos a un enorme contingente de pejelagartos recién desembarcados del trópico.

Los trabajadores de la cultura
nos manifestamos contra la injusticia
Manta en la Marcha del Silencio
Siempre en busca de lugar más adelantado para participar, fuimos avanzando, nos alejamos de los pejes y caminando por el camellón dimos con un grupo que lideraban Paco Ignacio Taibo II y Jesusa Rodríguez, y de inmediato nos unimos a ellos. ¡Sí, señoras y señores!, ¡Marchamos hombro a hombro con Paco Ignacio Taibo II y Jesusa Rodríguez! (Como ya nos hicimos cuadernos, a partir de este momento me referiré a ellos como Paco y Jesusa.) Marchábamos atrás de unos performanceros que iban jalando un caballo gris de madera y cartón piedra sobre el que estaba montado un cuate disfrazado de caballero andante y haciendo movimientos con su lanza. (Una señora dijo –“allá atrás del burro va la cultura”.) Y, caminando ya, Jesusa le hizo un letrero que lo identificaría de allí en adelante como “Don Quijote de la Marcha”.

Los trabajadores de la cultura participaron como ellos mejor lo saben hacer. Cada tanto aparecían en algún punto grupos haciendo una representación artística. Estatuas vivientes con letreros alusivos, o disfraces del Peje, Fox y el Innombrable eran los más abundantes.

Un grupo de guionistas del CUEC se nos unió más adelante con una manta que rezaba: “Esta Historia No Nos Gusta”.

Una muchacha caminaba a nuestro lado con una pancarta que decía: “Bruce Lee, Pero Fox No”.

Otros llevaban pequeñas pancartas con la leyenda: “En el país de José Luis Borgues, los poderosos no leen el periódico”

Un escultor armó sobre una camioneta un enorme Caballo de Troya con puros huacales de madera que, al final de la marcha, fueron a depositar a las puertas del Palacio Nacional.

En otro punto se incorporó un grupo de dibujantes que llevaba dos cartones muy grandes con sendas caricaturas buenísimas. Ellos buscaban a los moneros de la Jornada que marchaban más atrás.

En un camión viajaba un gigantesco toro de unos 6 metros de largo y tres de alto (Peje el Toro ej inojente.) No supe quien lo llevaba.

Títeres, mojigangas y todo tipo de muñecos monumentales de los estilos más variados hacían burla de los villanos de la historia. Abundaban las representaciones del Innombrable (orejón y colmilludo) y compañía.

Junto al Banco de México encontramos una escultura en cartón piedra con una gran bacinica de la que asomaba, entre la mierda, un monstruo de siete cabezas con las caras de Fox, Martha, Macedo, Creel, Fernández de Cevallos, Madrazo y el Innombrable.

Por razones del arcano, y hasta el final de la marcha, terminamos portando una manta que rezaba: “Los Pinos No Los Dejan Ver El Bosque”. (La guardé como recuerdo.)

-Señor Paco Ignacio Taibo, ¿Qué opina usted
de la participación del Sr. Porfirio Muñoz Ledo
en La Marcha Del Silencio?

-Bienvenidos todos los que se quieran unir;
éste es un momento de multiplicar, no de restar;
y bienvenidos los arrepentidos
que se dan cuenta, aunque sea tarde,
de que su voto útil solo sirvió
para hacer presidente a un inútil.
Entrevista de La Jornada
al escritor Paco Ignacio Taibo II
durante la Marcha Del Silencio
El despliegue de medios fue impresionante. Periodistas, fotógrafos y camarógrafos pululaban alrededor de la marcha en todo momento. Esos cuates hicieron la caminata tres veces, corrían de adelante para atrás y de regreso todo el tiempo.

Un helicóptero daba vueltas en círculo sobre la trayectoria de la marcha haciendo vistas aéreas de la multitud.
Todo tipo de cámaras y micrófonos se podían observar a lo largo de la ruta. En sitios estratégicos estaban unas grúas inmensas con cámaras de televisión que hacían tomas especiales para la transmisión vía satélite que llevó la señal gratuita a todo el mundo. TV Azteca y Televisa tenían camionetas con cámaras y equipo de transmisión en varios puntos del camino... y al final, en México, sólo CNI Canal 40 transmitió la marcha completa. Los otros canales estuvieron pasando la repetición de la repetición de la repeticion de la misa del Papa (por eso estamos como estamos.)

Como caminábamos al lado de puras celebridades, nos aplaudían en todo el trayecto (vamos arando, dijo la mosca.) Las cámaras de la televisión española, francesa, italiana y desde luego, los medios mexicanos se acercaban para entrevistar a Paco en cuanto lo veían. La gente le gritaba para saludarlo cuando lo reconocía. En un momento dado dijo:

- “Para ser solo un pinche escritor soy muy famoso.”
- “Es falso que la gente de México no lee” – le contestamos.
- “No, lo que pasa es que los que leen están aquí. En los Pinos no leen ni madres”.
¡Todos somos López!
Nobody is Fox.
Pancarta en La Marcha Del Silencio

Todo el camino vimos mantas y pancartas que jugaban con los mil nombres de Andrés Manuel López Obrador. Al final se revirtió la jugarreta de eliminarle un apellido y dejarlo en López.


Las leyendas iban desde AMLO, Andrés, Manuel, Andrés Manuel, López, Ciudadano López, Sr. López, López Obrador, Obrador, y el infaltable Peje.

Unas pancartas hacían burla del manejo tramposo de la Presidencia de la República y algunos medios que quisieron rebajar al Peje eliminándole un apellido, y otras se mofaban de las campañas de desprestigio que implementaron el los Pinos durante todo el año, y se podía leer:
"Manuel, ¡Tú si eres el Mesías!

“Habemus Pejem”

“Péjele a quien le peje, ¡López Presidente!”

“Andrés Manuel es López Obrador porque él si tiene madre”

“Nada de López. ¡El Sr. López para ustedes, pendejos!”
López Obrador no es mi santo,
pero la Democracia es mi devoción.
Manta en el Ángel de la Independencia.

Una bella muchacha, que portaba una cámara fotográfica y que nos acompañó todo el camino llevaba una playera blanca con una leyenda en la espalda que decía: “¡Exijo mi derecho a no votar por él!”

La Marcha Del Silencio era un océano de diversidades. Gente de todos los estratos sociales caminamos en armonía. Teníamos un punto en común: salimos a defender un derecho. Caminábamos para defender la justicia. Marchábamos para protestar por la ópera bufa que montaron en los Pinos para eliminar a un candidato incómodo. No era un asunto de encinos, amparos o desacatos, sino de la aplicación selectiva de la ley. Era un asunto de verdadero abuso de poder con fines electorales.

Mucha gente no quiere ver a Andrés Manuel en la presidencia, pero salió a protestar por el juego sucio. Era común ver mantas que mostraban su rechazo a López Obrador y su apoyo a la justicia y a la democracia.

Éramos un mosaico de opiniones, hermanados por una sola: ¡No se vale!

¡Pinche Fox,
ya nos tienes hasta la madre
con tus pendejadas!
¡Renuncia!
Manta en la Marcha Del Silencio

Aunque el ambiente era de fiesta, habíamos salido a la calle a protestar y se notaba. Estábamos felices por ganar la calle y enojados por tener que ganarla para que se respeten nuestros derechos.

En medio del silencio, las mantas y las pancartas gritaban nuestro descontento. Eran la voz de nuestra rebeldía y nuestro enojo.

Las leyendas de las mantas iban de lo panfletario a lo jocoso; de lo elegante a lo furibundo.

De manera curiosa las mantas más agresivas no eran contra Fox sino contra Martha. (Me contaba mi hermana que en una entrevista para la TV un franelero de la calle había expresado: “¡Es que a ese güey lo manda su vieja!”)

Algunos ejemplos de lo que íbamos leyendo:

"Un cañonazo de $ 2000 no derrumba la Democracia"
“Fox, un referéndum. ¿Te avientas?”

“¡Fox al rancho y Martha al exilio!”

“¡Martha, haznos el favor de quedarte en Roma!”

“¡Martha, tú mandaz a Vizente, pero en mi voto mando yo!”

“¡Fox, coges a tu vieja y te vas!”

No somos uno,
no somos cien,
pinche gobierno:
cuéntanos bien.
Consigna que se coreaba
antes de La Marcha Del Silencio
Cuando la marcha arrancó en el Museo de Antropología, el Zócalo ya estaba casi lleno. Desde horas tempranas la gente comenzó a llegar para ganar un lugar en el mitin. Hubo algunos que, de plano, llegaron desde la noche anterior y se quedaron a dormir tanto en el Zócalo como en Chapultepec. Los contingentes de las organizaciones populares estaban apostados en las bocacalles de Reforma esperando incorporarse a la marcha cuando ésta llegara hasta allí. Pero cuando la marcha inició en Antropología, arrancó simultáneamente en todo el trayecto, de manera que nosotros, pobres ilusos, que llegamos hasta el Tlaloc con la idea de estar en la vanguardia, acabamos en la cola. A ratos caminábamos a paso lento en lapsos de diez pasos y descanso (no había por dónde.) Por momentos íbamos pegados panza con nalga (¡gulp!) Éramos un rió que fluía sin prisas.

Había una multitud agolpada en las rejas de Chapultepec, en las aceras y en los camellones del Paseo que salió a manifestarse con pancartas y aplausos, pero que nunca se unió a la marcha. La Glorieta del Ángel de la Independencia estaba llena de gente, mantas y pancartas. Todos los monumentos y sitios estratégicos de la ruta estaban abarrotados por la multitud que aplaudía con entusiasmo el paso de los marchantes (básale harbano.) Podemos calcular que una cuarta parte de los que salieron a manifestarse no marcharon.

Por los celulares comenzaron a llegar las noticias de la vanguardia (¡snif!) y las reacciones de los medios de comunicación. Cuando íbamos ya por el Ángel, la avanzada estaba entrando al Zócalo y los últimos contingentes apenas iban saliendo de Antropología. En Bellas Artes muchos contingentes se disolvieron ante la imposibilidad de seguir avanzando.

Se comenzaron a manejar las cifras más descabelladas. Un locutor de la W decía que no habría más de 60 mil congregados. Otros, magnánimos, nos calculaban en 120 mil. Los más optimistas hablaban de 2 millones. ¡Era la guerra de las cifras! Nosotros hicimos una cuenta muy sencilla: en cada fila había, por lo menos 28 manifestantes; en cada metro había en promedio 2 filas; del Museo al Zócalo hay 9 kilómetros de distancia; las aceras y los camellones estaban colmados de gente y la plancha del Zócalo ya estaba llena y con el mitin iniciado. Esto matemáticamente nos decía que ÉRAMOS UN CHINGO (con un margen de error del 3%.)

Y todos éramos acarreados. Nos acarreó el animo de salir a ganar la calle. Nos acarreo la necesidad de expresar nuestra inconformidad. Nos acarreó la empatía y la hermandad. Nos acarreó la certidumbre de la victoria. Nos acarreo la belleza de la justicia... todos éramos acarreados.
Mexicanos, al grito de guerra,
el acero aprestad y el bridón.
Y retiemble en su centro la tierra
al sonoro rugir del cañón.
Himno Nacional Mexicano
Bendita Tecnología. Gracias a los teléfonos celulares y un pequeño radio portátil (su radito, je je) nos íbamos enterando del desarrollo de la marcha. Como Andrés Manuel nunca llego a Antropología, donde se suponía que iba a arrancar la marcha con él, iniciamos sin su presencia y él se incorporó muy lejos de nosotros. La plana mayor del PRD caminaba unos metros adelante de nosotros y cerca del Ángel supimos que el Peje estaba llegando al Zócalo. De pronto se armó un alboroto porque estos cuates se salieron de la marcha para subirse a unos coches que los transportarían de volada al mitin. Sólo Cuautemoc ya no quiso continuar y aduciendo un viaje al extranjero abandonó la marcha entre gritos de ¡Unidad, Unidad!. Le gritaron de todo. Paco (cuautemista irredento) corrió hacia el alboroto para ver que pasaba y de regreso, justificándolo, nos informó lo del viaje y el avión y todo eso (¡Ya marcho, qué más quieren!) El caso es que él ya no llegó al Zócalo y que esto se podía prestar a muchas especulaciones.

Cuando caminábamos a la altura del monumento a Cuautemoc supimos que López Obrador ya había iniciado su discurso (y nosotros a la mitad del camino, ¡joder!) Al llegar al Caballito nos enteramos de que se iba a cantar el Himno Nacional y nos organizamos (o nos organizó Paco, que es activista de tiempo completo) para cantarlo simultáneamente con los del mitin. Entramos a la Alameda Central cantando a toda voz y con un nudo en la garganta. La gente que nos miraba desde la Alameda aplaudía y cantaba con nosotros. Era imposible no llorar.

Cuando llegamos a Bellas Artes el mitin había concluido y no había hacia donde avanzar. Algunos contingentes se iban disolviendo desde allí y nosotros, aguerridos, decidimos que si ya habíamos caminado por cuatro horas merecíamos llegar victoriosos al Zócalo. Y allá vamos, con todo y Don Quijote de la Marcha, desviándonos por calles aledañas para entrar a la plaza en medio de nuestros gritos y silbidos de júbilo y los aplausos de los que estaban allí. El sol brillaba en todo su esplendor, y el calor ya nos había cobrado su cuota de energía. Dimos la tradicional vuelta con la mano izquierda levantada haciendo el signo de la victoria y entramos a la plancha de concreto dónde nos despedimos emocionados y satisfechos.

Agotadoramente orgullosos.

contreras