sábado, mayo 21, 2005

Romance

Aquella noche serena
que pasamos junto al río
dejó en mi alma puñales
como claveles heridos.
La luna que nos miraba
bostezaba en el hastío
llena de amores fugaces,
llena de penas y ríos.
Tu cuerpo de luz y nacar
me envolvía urgido
y en el temblor de tus pechos hallé
hallé calor y abrigo.
Te entregaste a mis manos
que recorrían tus caminos,
la oscuridad de la noche
cubría tu desvarío.
El resplandor de la luna
que contemplamos unidos
dejó en mi alma puñales
como claveles heridos.
Ay, cuánta noche callada,
ay, cuánto amor escondido,
ay cuánta luna oscurece
el triste semblante mío.