miércoles, mayo 25, 2005

De negros y otras discriminaciones

Foro de discusión
la jornada
25/05/2005



¿Cuando alguien dice que a la gente de raza negra se le llama negro es, necesariamente, una expresión racista? Y si luego alguien le contesta que seguramente es homosexual por opinar así, ¿a eso cómo se le llama? ¿De cuantas maneras podemos discriminarnos unos a otros? ¿Y por orden de quién, las palabras dejaron de ser descriptivas y se volvieron insultantes o políticamente incorrectas? ¿Todavía es válido decir chichis, nalgas, caca, chis y pedo o ahora sólo debemos usar eufemismos como bubis, pompis, popó, pipí y cuete? Y ni hablar del culo, que en España, la cuna de nuestro idioma, es una palabra de uso común y en México pertenece a los terrenos de la escatología rayana en el degenere. ¿Y un negro es alguien de piel negra? O es un ser humano con capacidades diferentes que se pierde en la oscuridad.

De que el Presidente Fox se equivocó no hay duda. Fue precisamente por esa manera de hablar que ganó la presidencia. Lo que se le olvida es que ya la ganó, ya no es candidato y ahora tiene una investidura y una representación que cuidar. Tampoco se puede esperar mucho de un tipo que se vanagloria de ser más empresario que político. Ahora bien, las expresiones del Presidente sobre los trabajos que hacen los inmigrantes indocumentados mexicanos y que no quieren hacer ni los negros pueden ser políticamente incorrectas, pero no son falsas.

Todas los sistemas sociales están divididos en clases: ricos y pobres, blancos y negros, heterosexuales y homosexuales, patrones y obreros, inteligentes (nosotros) e idiotas (los que opinan distinto), etc. En el colmo de los colmos, hasta dividimos a la humanidad en hombres y mujeres y les otorgamos diferentes derechos a cada cual. Todo esto, en ningún caso, es así porque así deba ser, sino que es así porque así lo hacemos que sea. Todos discriminamos a alguien por algún motivo. La utopía de una sociedad sin clases sigue siendo una aspiración válida pero, hoy por hoy, no existe.

Los sistemas sociales están, por lo mismo, estratificados de manera piramidal, donde la cúspide la ocupan lo poderosos y la base los desheredados. En esto nada tiene que ver el color de la piel. Igual ocurre en los Estados Unidos, en Uganda o en México. Si a esto le agregamos, ahora sí, el nefasto racismo, entonces creamos un sub-escalón de la base de la pirámide que ya pertenece al inframundo. Abajo de eso, sólo el infierno.

En el caso de nuestros vecinos gringos (¿gringo es políticamente aceptable?), el sub-escalón del inframundo lo ocupan los negros. Sobre este grupo se ceban todos los males de la sociedad norteamericana: miseria, ignorancia, prostitución, violencia, drogadicción y todos los etcéteras imaginables. Sin embargo, por ser ciudadanos norteamericanos (de cuarta, pero ciudadanos) gozan de algunas prerrogativas de seguridad social como el seguro de desempleo, que les permite evitar ciertos trabajos que se consideran poco redituables o, de plano, indignos. Estas ocupaciones, que allá pertenecen al sub-sub-escalón del infierno, son llenadas con los trabajadores indocumentados de México y Centro América que deben elegir entre la inanición o la ignominia.

Ahora bien, tal parece que los líderes negros de los Estados Unidos se están desviando de la ruta enfrascándose en un conflicto internacional muy bobo para exigirle al Presidente Fox una disculpa (que, para colmo, ya se encaprichó en no dar), primeramente por haberles dicho negros y luego por, indirectamente, haber señalado que ellos ocupan el escalón más bajo del sistema social de su país, cuando a quien le deben pedir cuentas a su gobierno y a su sistema por tenerlos allí. Ellos están muy bien organizados para salir, luchar y obtener lo que por derecho les pertenece. Son tan ciudadanos como cualquiera. Ése es su trabajo y no es fácil. Ya llevan muchos años en la batalla y tal vez les falten muchos más.

Por otro lado, dicen que para hacer un guisado de liebre, primero debemos tener una liebre. Y para lograr un debate de ideas, es requisito indispensable la existencia de ideas, de lo contrario van a brotar nuestros prejuicios, lugares comunes, frases hechas, insultos y nuestras muy particulares filias y fobias ideológicas y vamos a enfocarnos en lo anecdótico descuidando lo primordial. Aquí es donde hemos extraviado el debate. Llevamos muchos días discutiendo si el Presidente se equivocó al decir lo que dijo, si sufre diarrea verbal, si se dice negro o afroamericano, si genéticamente existen las razas, si los que no opinan como nosotros son pendejos, etcétera y estamos descuidando lo esencial: la triste realidad de que nuestro sistema social y económico expulsa del país a millones de mexicanos que, por razones de subsistencia, están dispuestos a arriesgar la vida y la dignidad para irse a meter en el infierno. Y lo peor no es eso, sino que ese supuesto infierno es infinitamente mejor que lo que tienen aquí. Y que lo que tenemos muchos. Y además estamos enfrascados en un falso dilema si partimos de la base de que ningún trabajo es indigno en sí. Por otro lado, lo realmente vergonzoso es que ellos allá ganan, por hacer ese tipo de trabajos, más de lo que las industrias mexicanas están dispuestas a pagarle a muchos profesionistas en México. Tan es así que una parte muy importante de la economía del país está sustentada en las remesas que, además, les alcanza para enviar a sus familiares.

Si nos perdemos en discusiones anodinas nosotros mismos tendemos una cortina de humo sobre los problemas que verdaderamente merecen nuestra atención como puede ser el ataque sistemático a los derechos humanos de los indocumentados en el vecino país. Resulta aleccionador notar que cuando los gringos dictan leyes que lesionan a los indocumentados todos nos ensimismamos en la discusión de si es correcto usar la palabra negro.

Vamos a cuidar nuestro foro. Si nos esforzamos tantito podemos elevar el nivel de nuestras discusiones. No podemos a exigir uniformidad de criterios porque terminaríamos aburridos. La riqueza de nuestra pluralidad y el respeto a las opiniones divergentes son la base de nuestro crecimiento cultural. Además las ideas se combaten con ideas. Somos lectores de La Jornada, no de Crónica.

Saludos
contreras