sábado, marzo 18, 2006

Hojas Sueltas

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Trazos de viento y de espuma.
Lluvia de estrellas
en la soledad de mis noches.
Cantos rodados,
pulidos por el revenir de mis olas.
Locura de mis días
y nostalgia de mis tardes muertas.
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luis david
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martes, marzo 14, 2006

El Viejo


Les juro que sólo entré a su huerta para robarle la fruta. Al fin que el viejo ni la cosechaba ni la comía. Pero eso sí, que nadie la tocara. Sus árboles estaban siempre llenos de frutos maduros que envejecían en las ramas. El suelo estaba tapizado de restos secos y podridos que se quedaban allí hasta reintegrarse a la tierra para desaparecer sin que alguien se ocupara de ellos. Nos sentíamos amenazados con que la vez que nos viera entrando a su huerta nos iba a pasar algo muy malo. El miedo que nos provocaba se volvió una razón más para tentar a la suerte.

Esa tarde saltamos la barda en completo silencio y con el corazón en la mano. La respiración se nos dificultaba por el miedo y la emoción. Nos acercamos a los árboles y comenzamos a trepar para cortar la fruta con prisa sin descuidar la única salida de la casa por donde podría llegar el viejo. Yo, en un dejo de bravura insensata, me adentré en la parte más lejana de la huerta y, fatalmente, más cercana a la posible salida del viejo y me subí al árbol más alto y con la fruta más apetitosa. De pronto apareció. Se arrastraba hacia nosotros y murmuraba algo que no alcanzábamos a escuchar. El espanto se apoderó de todos los demás, que bajaron y corrieron despavoridos y en completo desorden cada cual por su lado. Presa del pánico intenté descender pero el miedo me hizo resbalar y no alcancé a asirme bien de una rama que termino rota precipitándome hasta el suelo. La caída me sofocó y, sin aire y sin fuerzas para levantarme, quedé tendido a merced del viejo que se arrastraba hacia mí mascullando palabrejas impenetrables. Quise alejarme pero me cogió del pantalón y el pánico me inmovilizó. El viejo se acercó murmurando cosas ininteligibles y quedé paralizado viendo como se acercaba. Su rostro lucía desencajado. El pelo blanco, rizado y en completo desorden lo hacía resplandecer con un aspecto más fiero que nunca. Me encontraba a merced de un loco y no podía escapar. Se quedó tirado junto a mí y alcancé a escuchar que decía:

“… por fin… llegaste… te esperé… tanto tiempo… sabía que vendrías… y te esperaba…”

“… no me mate… –alcancé a musitar sin fuerza”

“… ya era… demasiado tiempo… necesitaba tenerte así…”

“… solo es una fruta… si quiere se la dejo aquí… al fin que ni me gustan… no me vaya a hacer algo…”

“… algún día tenía que ser… yo sabía que sí…”

“…”

Éramos niños entonces. Correr por las calles polvorientas del pueblo era nuestro juego. Las viejas casonas con sus huertas enormes estimulaban nuestro apetito de aventuras. Con el corazón agitado brincábamos las bardas en silencioso tropel y robábamos la fruta madura y jugosa de los árboles. Era un deleite correr entre asustados y orgullosos hacia el río y tumbarnos bajo la sombra de los encinos para disfrutar el producto de nuestras travesuras. Eran otros tiempos.

Nunca supimos de dónde llegó el viejo. Apareció de repente hace muchos años para tomar posesión de la casona enclavada en medio de las huertas que había ganado como deuda de juego. Venía acompañado de una mujer de edad indefinida que le servía en la casa y que fue durante tantos años su único contacto con el mundo. Jamás cruzó palabra con la gente del pueblo y nunca recibió visitas. No participaba en las fiestas ni en las tradiciones. Salía muy poco y siempre a solas para hacer largos paseos a caballo por los cerros vecinos. No se sabía cuándo se iba ni cuándo regresaba.

No nos gustaba y comenzó a cobrar mala fama. Si algo malo pasaba en el pueblo debía ser por su influencia maligna. Si las cosechas se secaban era por el viejo. Si no llegaba la lluvia era su culpa. Si caía la helada era por su presencia infernal. Si las muchachas salían embarazadas, seguro era por su influencia diabólica. Si alguna huía con el novio, él tendría algo que ver. Era capaz de causar el mal con sólo caminar por el pueblo. Podía hacer que las mujeres concibieran con solo mirarlas. Todos los hijos naturales debían ser suyos. Era canijo el viejo.

Y ahora yo estaba allí, tirado en la huerta de la antigua casona junto al viejo maldito que decía cosas incomprensibles. Una espuma blanca y babosa resbalaba entre sus labios. Sus dientes amarillos despedían un hedor insoportable. Yo le miraba aterrado y sin poder moverme:

“… eras todo… lo que yo anhelaba… siempre te amé… te deseaba tanto... y te llamé todas mis noches… amada mía…”

“…”

“… sabía que algún día… tendrías que llegar… te esperaba… muerte mía… mi amada… mi amante eterna…”

“…”

“… llévame ya contigo… estoy preparado... desde hace mucho tiempo… amor mío… llévame…”

“…”

El viejo buscaba un testigo para su encuentro con la muerte y yo estaba allí, elegido por el azar. Quedó tirado junto a mí. Sus ojos desorbitados congelaron mi alma. Un sonido sordo salió de sus entrañas y quedó inmóvil. Mi corazón latía con fuerza y el aire entraba con dificultad en mi cuerpo. Sentí que mis ojos se salían de sus cuencas y caían botando como canicas para quedar tirados a mi lado. No supe más. Me encontraron revolcándome en la huerta, convulsionando y gritando incoherencias. Me retorcía tanto que me tuvieron que amarrar para sacarme de allí. Estuve más de quince días delirando en medio de una fiebre feroz y sin recuperar el conocimiento.

Al viejo lo arrastraron con un caballo por las calles del pueblo entre la gritería y los insultos de todos y lo fueron a tirar a una barranca lejana. Nadie lo reclamó, ni la mujeruca que lo asistía, ni sus viudas fortuitas, ni aún sus múltiples hijos oculares. No lo quisieron enterrar en las cercanías del lugar porque la tierra podría secarse y volverse dura como piedra y nunca más volvería a producir una sola matita de hierba.

Nadie ha vuelto a hablar de él. Es un recuerdo prohibido que todos quieren olvidar. Es una pesadilla que quedó atrás. Sólo yo guardo algo de esa época y es que nunca más he vuelto a comer una sola fruta.


luis david

miércoles, marzo 08, 2006

Algo raro está pasando.

Algo raro está pasando en el mundo. El modelo económico que propusieron las potencias industrializadas luego de la caída del Muro de Berlín y de el fracaso del modelo soviético de economía centralizada, tampoco funcionó. El famoso fin de la historia y de las ideologías no fue tal. Los efectos de la globalización, en donde las fronteras se abrieron al libre tránsito de las mercancías con acuerdos arancelarios especiales y el pleno dominio de las leyes de la oferta y la demanda, terminaron empobreciendo más a los países sin desarrollo tecnológico y enriqueciendo a los especuladores de siempre y a los dueños del dinero.

Los gobernantes de extracción neoliberal aplicaron en nuestros países políticas económicas ortodoxas que confiaban demasiado en el efecto cascada de la riqueza particular (“no invierto para crear empleos, sino que creo empleos porque invierto”), sin tomar en cuenta que el fin último del capital no es la generación de bienestar social sino de riqueza en sí y por lo tanto se vale de cualquier medio para aumentarla y una manera de lograrlo es deprimiendo los salarios y el bienestar.

La globalización de la economía aumentó la brecha entre países ricos y pobres. La falta de competitividad de las economías emergentes (eufemismo para designar a los pobres) y la declinación gubernamental de nuestros países a la protección de su incipiente planta industrial, aunado a la desaparición de significativos subsidios estatales, terminó por desmantelar un número importante de empresas que no pudieron competir con los gigantes mundiales que, además, se han fortalecido a través de fusiones y asociaciones estratégicas de capital que terminaron por apoderarse del mercado mundial.

Ante gobernantes más preocupados por los indicadores macroeconómicos que por el bolsillo de sus pueblos, la gente de nuestros países está volteando a ver otro tipo de políticas más orientadas hacia la protección del bienestar social. Es decir, algunos pueblos del mundo están coqueteando con las ideas que tradicionalmente han florecido en los terrenos de la izquierda ideológica.

Los resultados de las últimas elecciones en países como Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay, Chile y Bolivia, han favorecido a políticos identificados con los postulados izquierdistas de protección a los derechos de los trabajadores y la defensa de la riqueza nacional.

Los planteamientos de estos nuevos gobiernos, algunos más radicales que otros, llevan a la recuperación de espacios perdidos por el estado en la creación de las condiciones económicas que actúen a favor de las clases más desprotegidas. Si lo lograrán o no, ya es otro asunto.

En México, el proceso de depauperación del salario y la pérdida de las prestaciones sociales que obligaban a las empresas para con sus trabajadores, han llevado a la desilusión de las grandes masas con los gobiernos neolibelares. Dos décadas perdidas económicamente han sido demasiado. Los abusos de los grandes banqueros y empresarios han llevado a la quiebra económica a una gran parte de la planta productiva del país. El desempleo, el subempleo y la migración masiva hacia el famoso “sueño americano”, son algunos de los síntomas más visibles de que algo no ha funcionado.

La desilusión que causó el llamado “gobierno del cambio”, del presidente Fox, en donde nada cambió y la corrupción, el nepotismo, la frivolidad y el abuso de autoridad se enseñorearon en la política mexicana, han llevado a una parte importante de mexicanos a poner sus esperanzas en el candidato de la izquierda nacional.

Las tendencias electorales marcan una clara preferencia por la candidatura de Andrés Manuel López Obrador. Los movimientos estratégicos de sus adversarios, y todo tipo de descalificaciones, verdades a medias y verdades absolutas no han logrado hacer mella en la solidez de su presencia popular.

La derecha tradicional representada por el Partido Acción Nacional (PAN), ha presentado como candidato a Felipe Calderón Hinojosa, un político gris, sin atractivo y sin propuestas, que ha basado su campaña en la descalificación de López Obrador. Además, no ha logrado deslindarse de las consecuencias de las malas decisiones políticas y económicas y de los escándalos de corrupción del gobierno foxista y eso ha deteriorado la viabilidad de su candidatura. Los resultados desastrosos de los últimos sondeos de opinión lo han obligado a cambiar a su equipo de campaña y tal vez lo lleven hasta a modificar su estrategia electoral.

La política tradicional mexicana personificada en el candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI), está representada por uno de los paradigmas de la corrupción, la trampa y la prepotencia. El astuto candidato Roberto Madrazo Pintado, no logra repuntar en las preferencias electorales de un pueblo cansado de su partido. Sólo la enorme estructura política del PRI ha impedido el derrumbe total de sus aspiraciones. Son conocidas sus corruptelas, enriquecimiento ilícito y una cauda de maquiavélicas traiciones aún dentro de su mismo partido.

La candidatura de Andrés Manuel (simplemente López para sus adversarios), es todo un enigma. Su pasado priista, su aguerrida lucha valiéndose de todos los medios para conseguir sus metas, y su defensa férrea de los derechos de los que menos tienen (llamado populismo por sus enemigos), ha llevado a los políticos tradicionales mexicanos a niveles de paroxismo y desesperación que han producido episodios lamentablemente desastrosos como el desafuero de su investidura como Jefe de Gobierno del Distrito Federal.

Las elecciones para presidente de la República se llevarán a cabo en el mes de Julio del presente año. Todavía es muy pronto para hacer vaticinios exactos aunque las tendencias parecen ya estar definidas. Por lo pronto, y hasta el 2 de Julio, nada está escrito... pero nosotros vamos a escribirlo.


luis david

jueves, marzo 02, 2006

Silueta



El mar en movimiento apresurado
recorre las distancias infinitas
bañando con sus olas eremitas
las grutas del feroz acantilado.

La playa del verano sosegado
conoce de tu planta las visitas
pausadas, solitarias, sibaritas,
con huellas de tu paso relajado.

El soplo de la brisa transparente
se pega a tu cuerpo de sirena
que goza al notar la mar con pena

que mece con vaiven incompetente
tratando de borrar inútilmente
el sol de tu silueta en la arena.

Texto: luis david
Imagen: Hilda