Ahora que ya estamos en la recta final del proceso electoral, y que éste se ha calentado sobremanera en base a la guerra sucia y las descalificaciones mutuas, me parece interesante recordar algo que escribí en los tiempos de la batalla del desafuro del Peje.
Es curioso que no haya perdido actualidad.
luis david
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DE COMPLÓS, DESAFUEROS, ESTRATEGIAS Y ESTADISTAS
¿A quién se le habrá ocurrido armar todo este relajo sin prever las consecuencias? Decía mi madre que cuando el Diablo te quiere joder, no hace más que apendejarte. Y mi madre era sabia, de eso no me cabe duda.
Cuando a Joaquín López Dóriga le filtraron el video del ludópata Ponce dándole gusto al hedonismo con dinero ajeno en las Vegas (aderezado con datos duros que sólo podía poseer la Secretaría de Hacienda), y luego el diputado Doring tuvo sus quince minutos de fama al llevarle a Brozo los videos de Bejarano llenándose los bolsillos de dólares, todos en México nos dimos cuenta de inmediato de que estos cuates no buscaban denunciar la corrupción, que buena falta hace y para eso había conductos legales, sino armar un escándalo en los medios para debilitar al Peje de Gobierno que las encuestas se empeñaban en mostrar como el candidato a vencer.
Lo del dinero era muy simple y no habìa vuelta de hoja: los grabaron recibiendo apoyos ilegales para las campañas a través de la relación de Rosario Robles con el Príncipe Encantador sin saber que éste por las noches se convertía en hombre lobo y se comia a los incautos... y se los comió. (¿Podremos los ciudadanos de a pie mandar una iniciativa al Congreso para tipificar el delito de abuso de ingenuidad?) El asunto les daba muy bien a sus adversarios para acorralar al PRD, pero estos mentecatos se avorazaron con la pesca del pejelagarto en veda. Ese fue su primer error.
Tal vez no examinaron todos los escenarios posibles, porque Andrés Manuel, que tiene orejas más grandes que las del mismísimo Innombrable, les dio la voltereta muy fácil denunciando el ostensible “compló” y desviando el debate de los maletines retacados de dinero hacia la obvia conspiración... y les puso la pelota de su lado: ahora eran ellos los que tenían que estar vociferando para explicar que no había conjura, que eran puros, castos y demás etcéteras... y nadie más se volvió a ocupar del dinero ni del Bejarano debidamente sacado de la jugada al ponerlo en tras las rejas.
No era el caso de la corrupción habitual a que nos tienen acostumbrados los políticos mejicosos. No había enriquecimiento inexplicable (el dinero nunca fue a parar a las cuentas de Bejarano, ni su familia estrenó casa, negocio o avión.) Ni había manera de rastrear esa lana. La nomenklatura del PRD se hizo guajolota y negaron haber recibido centavo alguno. Los únicos embarrados eran los dos que aparecían grabados en los videos quedándose hasta con las ligas y, como los de la izquierda son muy disciplinados, lo que sea de cada quién, renunciaron, guardaron silencio y aguantaron vara. Eso quedó en un pleito interno: todos contra Chayo y Chayo contra todos... y volvieron a desviar la atención.
Los bonos de López Obrador bajaron de momento y se recuperaron cuando dio nombres, fechas y datos del compló. Hasta se dio el lujo de mostrar documentos secretos y los metió en un grotesco lío internacional. Además, ni en sus peores momentos llegó a estar en las encuestas por debajo de Martha, Creel o Madrazo. El Peje tiene ángel, no cabe duda.
Para colmo, tiempo después reviraron la jugada aprovechando la movilidad y el exhibicionismo de la Jefita y, con una pequeña ayuda de la prensa extranjera, la mandaron a la congeladora con la amenaza de enclaustrarla en el rancho. Uno menos.
Como a la cuestión de los dineros ahumados le cayó el chahuistle, los magos de la pirotecnia conjuradora buscaron en su costal de trucos y se encontraron con el viejo caso del Encino y... ¡Ya la hicimos!”
Cuando el subprocurador Vega Memije dio a conocer el caso, no podía haber un panorama más aterrador. Los escenarios que planteaba la PGR eran, palabras más, palabras menos, los siguientes: “El Sr. Andrés Manuel López Obrador, alias “el Peje”, Jefe de Gobierno del Distrito Federal, desacató un amparo que el juez le había concedido a un particular y debía ser consignado ante la autoridad para que ésta determinara el castigo. La pena, además de corporal, sería la inhabilitación de uno a ocho años para cualquier cosa pública (posteriormente, en un lapsus excesivamente brutus, lo quería inhabilitar hasta para escribir cartas.) Como el Jefe de Gobierno tenía fuero, la PGR pediría que se lo retirara el congreso y, ya desaforado, lo iba a detener para consignarlo ante la autoridad, encarcelarlo e inhabilitarlo. Si el congreso no lo desaforaba, aguantaría hasta que se retirara del cargo para hacer campaña y, entonces, lo iba a detener para consignarlo ante la autoridad, encarcelarlo e inhabilitarlo. Si el Sr. López no renunciaba para ir a campaña, esperaría a que terminara su sexenio y, en ese momento, lo iba a detener para consignarlo ante la autoridad, encarcelarlo e inhabilitarlo. El Ministerio Público, que es una entidad de buena fe, había recibido la orden inquebrantable de atender el asunto y no había más remedio que obedecer.” No tenía escapatoria.
En sus prisas por iniciar el sainete, consignaron el expediente al Congreso ante la oficina equivocada y tuvieron que rectificar. Al final, los diputados del PRI, el PAN, y la chiquillada que los acompaña, se subieron entusiasmados a la cuerda floja y, sin red de protección, se engancharon en la línea que les tiraron sus jefaturas y, con ilustres excepciones, votaron en consecuencia y, ya envalentonados, pretendieron destituirlo del cargo y se fueron a celebrar. El indiciado López fue despojado del fuero Ese fue su segundo error.
Esto tenía un costo político muy alto pero, en sus sueños, apostaban a la proverbial apatía y desmemoria mexicana. Calculaban que el relajo iba a durar unos dos meses con algunos plantones y las consabidas marchas del pueblo unido que jamás será vencido y, al poco tiempo, la inconformidad moriría de muerte natural por aburrimiento.
La estrategia de la PGR era muy simple. Detenían al Jefe de Gobierno y lo consignaban ante el juez que le determinaba una fianza por tratarse de un delito menor y lo metían en los tenebrosos laberintos kafkaianos de la increíble y triste justicia mexicana y sus tiempos desalmados. Al final se podría determinar su culpabilidad e inhabilitación, o su inocencia y “usted disculpe pero, con la pena mi buen, ¿qué cree?... ya pasaron las elecciones”. O bien, le buscaban una salida jurídica al asunto y, magnánimos, le permitían al delincuente procesado y desacreditado competir en las urnas.
Andrés Manuel les avisó desde el principio, cuál sería su estrategia jurídica: no se iba a amparar, no iba a pagar fianza para salir libre y no iba a contratar abogados para su defensa. Y otra vez les puso la bola de su lado. No tendrían más remedio que retirarle los cargos, con lo que eso significaba en términos de ridículo, o encarcelarlo, fotografía incluida, con los altísimos e impagables costos políticos a nivel doméstico e internacional que eso implicaba. Le apostó su resto al desprestigio de sus adversarios y los dejó como el chiste del chinito: “Si dices la Villa, la fliegas, y si dices la Calanza, la fliegas.”
En una de sus más horribles indigestiones, a los de la PGR les llegó la iluminación y, para destruir la estrategia de AMLO, decidieron consignar el expediente solo para una orden de comparecencia y con la adicional jugada maestra de mandar a dos panistas de buena fe (¡juro que existen!) que andaban de juzgado en juzgado buscando fianzas que pagar y que se hicieron cargo, por humanidad, del problema de López. Ese fue su tercer y definitivo error.
Al Peje se le saltaron los ojos del berrinche (¡no te metas con mi cucu!), corrió a anular la fianza, y el juez se zafó del problema regresándole la papa caliente a la PGR (...y de paso, nos enteramos de que todo este desmoche, que tenìa al pís en un hilo, era por un supuesto delito que costaba la fabulosa cantidad de dos mil pesotes.)
Andrés Manuel ya había convocado a una Marcha Silenciosa donde sus fantasías más locas fueron rebasadas por la Sociedad Civil que salió a manifestar su hartazgo por la telenovela que estaba viviendo el país.
Y, ya instalados en el surrealismo, los actos y las declaraciones del gobierno ponían a temblar a la Bolsa de Valores y el Peje salía a tranquilizar a los mercados.
El Prozac dejó de funcionar y comenzó a hacer efecto el toloache. Al Presidente Fox se le cerró el entendimiento y se puso a enfrentar a los valientes muchachos que en el ITSM y en Oaxaca le salieron al paso con pancartas retadoras (...ya no hay moral.) Ésa fue la gota que derramó el vaso.
Dicen que cuando hacia adelante solo queda el abismo, el siguiente y único paso aconsejable es dar marcha atrás. Y el Presidente, en un arranque de estadista súbito y con un discurso escrito por alguien que sí lee, metió reversa, despidió al estratega del desaguisado y dejó colgados de la brocha al PRI, al PAN y a los tontos útiles que se agregaron en el camino (“no sean hojaldras... ¡pongan paja!”.) La venta de Kaopectate se ha incrementado en las farmacias del rumbo.
La salida jurídica que le dieron al caso está de risa loca (...“reitero que eres un pillo redomado, pero no sé qué hacer contigo”) y dejó bramando a todos. Algo tendrán que inventar para enmendarla.
Pero, bueno, estos son tiempos de reconciliación y ya hubo un primer acercamiento de 20 minutitos que desató la paranoia general. López Obrador se quitó el moñito tricolor de la Resistencia Civil y lo guardó en un lugar visible... “por si las moscas”.
La historia no ha terminado y esperamos que, por amor a México, esta comedia de enredos no acabe en tragedia griega.
contreras