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Sí hubo fraude, porque el engaño es fraude.
Sí hubo fraude, porque la falacia es fraude.
Sí hubo fraude, porque el abuso de confianza es fraude.
Sí hubo fraude, porque la mentira es fraude.
No hay que buscar el fraude en un millón, dos o tres millones de votos perdidos.
No hay que buscarlo en mil, tres o cinco mil actas con errores deliberados.
El fraude, el gran fraude, ya estaba allí, entre nosotros, desde mucho antes del 2 de julio.
Estaba en la forma mezquina, irresponsable, imperdonable, en la que se fue construyendo una gran mentira, una inmensa mentira.
Estaba en el miedo que infundió en el votante la campaña política más sucia que jamás se haya hecho en México.
Estaba en cada palabra y cada imagen de esa campaña de calumnias, de imposturas, de mezquindades, financiada con el dinero de los electores para confundir a los propios electores, para provocar su incredulidad y su desconfianza. Y en muchos casos, para provocar incluso la deslealtad a sus propios principios, sus propias primeras intenciones, sus ilusiones.
Si insistimos demasiado en buscar el fraude en el 2 de julio, corremos el riesgo de reducir la importancia de ese fraude brutal del que fue víctima el electorado mexicano. El peligro de despojarlo de su enorme trascendencia o incluso de olvidarlo.
Y no podemos darnos ese lujo. Ese fraude es ya parte de nuestra historia. Y con él, la traición a la confianza de los electores por parte de nuestras más caras instituciones. Nos defraudó el presidente Fox al avalar y participar en la campaña contra Andrés Manuel López Obrador y en favor de Felipe Calderón.
Nos defraudaron nuestras más altas autoridades electorales, porque no supieron distinguir entre libertad de expresión y libertad de ultrajar y vejar a un adversario político, y con ello injuriar y denigrar a quienes éramos -fuimos, somos- sus partidarios.
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Fernando del Paso
La lectura de la transcripción de las conversaciones del gober (¿precioso?) de Tamaulipas con la insufrible Maestra Elba y el Secretario de Comunicaciones y Transportes, dedicados alegremente al fraude electoral, le dió el tono fúnebre a la asamblea y calentó los ánimos.
Con todo, lo mejor era estar allí, participar del momento y encontrarnos con los amigos ya no tan virtuales. Llenar la plaza por el gusto de ir, de sacar la inconformidad que nos llenaba desde el 2 de Julio y gritar llenos de júbilo por un futuro incierto.
Sabernos juntos, unidos por una misma idea, por la misma incertidumbre. Llegamos hasta el Zócalo para gritar nuestra inconformidad por un proceso viciado de origen. Se podía resumir en una sóla frase: Queríamos estar presentes.
No sabemos que va a pasar. Si en el TRIFE se apegan a la letra, no habrá conteo voto por voto ni casilla por casilla. Si lo hay, no sabemos hasta dónde el resultado nos vaya a favorecer, el fraude, como dice Del Paso inició mucho antes del 2 de Julio.

Esto sienta un precedente funesto. Si la forma de ganar las elecciones es sembrando el miedo, la mentira, la confusión, el odio al adversario... entonces ya nos jodimos todos.
Pero así es esto, y si hoy no podemos ganar, volveremos a empezar una y otra vez, hasta que nuestros sueños se puedan realizar y logremos heredar a nuestros hijos y a nuestros nietos un país más justo, más igualitario y más democrático
Y como me escribió Gerardo Ma.:
Es un honor marchar con ustedes y reunirnos con casi medio millon de compas locos y soñadores.
Es una alegría que hace llorar.
Por eso y lo que sigue:
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"Yo me quedo con todas esas cosas
pequeñas, silenciosas,
con esas yo me quedo.
*
Ya no quiero hablarte de otras cosas
más dignas, más hermosas,
con esas yo me quedo.
*
¿Qué verde ha de deslumbrarte,
qué tierra con su humedad,
sus olores, su humildad
va a faltarte?
*
¿Qué mares han de bañarte
y qué sol te abrazará,
qué clase de libertad van a darte?
*
Yo me quedo con todas esas cosas
pequeñas, silenciosas,
con esas yo me quedo.
*
Ya no quiero hablarte de otras cosas
más dignas, más hermosas,
con esas yo me quedo.